Con tristeza volvió a pensar que lo separaban de él, abismos oscuros y que probablemente siempre los separarían.
Pero entonces, volvía a reflexionar con renovada esperanza, ¿por qué se le había acercado y no había dicho que lo necesitaba?, ¿que ellos tenían algo muy importante en común?
Caminó con indecisión unos pasos y luego, deteniéndose, mirando el pavimento, como interrogándose a sí mismo, se dijo: pero, ¿para qué puede necesitarme?
Sentía un amor vertiginoso.
Con tristeza pensó que él, en cambio, no lo sentía. Y que si lo necesitaba a él, no era en todo caso con el mismo sentimiento que ella experimentaba hacia él.
Su cabeza era un caos.












